21.11.11

En tierras anfibias del Caribe (Parte 2)


Tenía pendiente terminar este recuento de mi viaje a Mompox y sus alrededores. Si no leíste la primera parte, encuéntrala aquí.
En la secuencia temporal que llevaba, estábamos en un recorrido nocturno por el pueblo. Pareciera que de noche se sintieran más los ecos de tiempos pasados que tuvo este lugar, que condensa mucha historia en sus muros y espacios. En otra época Mompox fue un importante puerto fluvial, hasta que el Río Magdalena, que se bifurca para formar la isla de Mompox, cambió el grueso de su cauce al otro lado, hacia el brazo de Loba.

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Hay evidencias de promimentes familias y personajes en el cementerio de Mompox, que bellamente iluminado de noche y con tantas expresiones de arte, no inspira miedo sino admiración. Dinastías completas descansan allí, junto con personajes de relevancia histórica, altos mandos militares, artistas, escritores de otras épocas, que reflejan lo poderoso que alguna vez fue este centro urbano.

Allí entramos con el vigilante y con cámara en mano, mientras nos contaba sobre los personajes que yacen bajo las estatuas. Aprovechamos para hablar un poco de mitología caribe. Sorpresivamente encontramos un indigente durmiendo entre dos tumbas, una impresión difícil de olvidar. El man duerme en el cementerio para que nadie lo moleste, una solución interesante.

Luego nos devolvimos al hostal a dormir.



Al día siguiente, fuimos al nuevo mercado a desayunar arepa de huevo. Un sitio simple con gente humilde como cualquier otro mercado del caribe. Por ser domingo no era mucha la actividad. El lugar no es muy atractivo, sin embargo quería conocer a dónde se había ido la gente del mercado rivereño, ahora abandonado, un desacierto turístico si me preguntan.

Agarramos un motocarro y fuimos a un taller de la famosa filigrana momposina. Como diseñador industrial me interesa conocer qué posibilidades de manufactura hay en cada lugar que visito. Este tipo de artesanía es muy laboriosa y tradicional de Mompox, cotizada en el extranjero pero, como el pueblo, me pareció un oficio mal pagado y al borde del olvido, teniendo tanto potencial. Conocí algunos implementos con los que se trabaja este oficio. Desde lo que parece una cocina, se elaboran piezas con mucho detalle en distintos metales.


Luego de eso fuimos a buscar a la danza de los Coyongos de Mompox. Nos adentramos en una zona muy pobre, con calles destapadas y casas rudimentarias, buscando a 'Abundio', líder de los coyongos de Mompox. No lo encontramos, pero pudimos tomar algunas imágenes de los 'pájaros' en reposo. Su casa también es muy humilde, y aún así ostenta orgullosos premios y fotos de viajes de la danza al extranjero.



Talaigua Nuevo

Nos vamos dando cuenta que la depresión Momposina es tan diversa en su ambiente natural como en expresiones culturales. Sin ningún tipo de cita previa, seguimos en motocarro pasando por distintos pueblos hasta llegar a Talaigua Nuevo. Como mencioné en el post anterior, pueblo de Totó La Momposina y de las Farotas de Talaigua. Es difícil tomar fotos desde un motocarro :P


Sin previo aviso llegamos a la casa de la entonces directora de las Farotas de Talaigua, Etelvina Dávila (QEPD) a poco más de una hora de Mompox. Una señora muy cálida, muy amable y 'enterita' a pesar de su edad. Nos brindó de su almuerzo -mote de queso- a pesar de ser desconocidos. Como es costumbre en los pueblos del caribe, es un gesto de buen anfitrión el recibir a los visitantes con un buen plato de lo que se haya hecho ese día.



La señora orgullosa nos contó todo sobre la danza. Fueron seleccionados los mejores 13 guerreros zanaguares, chimilas, farotos, motilones y jolojolos, que idearon un plan para vengarse de los españoles por abusar de sus mujeres. Se disfrazaron, se vengaron, y hoy la danza recuerda esa victoria.

Etelvina, como buena líder de tradición tenía una oratoria envolvente. Fue tan bacana su atención que le prometí regalarle una de las farotas que diseñamos en Bololó Lab, cuando la danza fuese a Barranquilla.



Esa tal vez fue la última "entrevista" que concedió Etelvina, pues unos meses después murió sorpresivamente, a los 71 años. Cumplí mi promesa este año en la Noche del Río, donde me encontré nuevamente con las farotas y con su nueva directora, Mónica Ospino Dávila, hija de Etelvina.


De regreso, camino a Mompox, ya habiamos hablado bastante con los dos compañeros que manejaban el motocarro. Eran dos soldados jóvenes de las fuerzas armadas de Colombia que estaban de descanso, y trabajan como mototaxistas. Es la segunda vez que hablo con soldados mientras viajo, la primera fue en un cerro de la Sierra. Describir su energía es díficil.

Siempre son jóvenes de bajos recursos que les toca enlistarse y el sistema los convierte en lo que es necesario para la guerra. Les quitan su sensibilidad. Hablaron con frialdad de peleas, de cómo evitan atracos, de fusiles, de matar monos en el monte por aburrimiento. Cuentos de guerrilleros que furtivamente se meten desnudos en los campamentos a degollar soldados. Llegó un momento en el que me sentí un poco desconfiado por la frialdad que transmitian esos manes. El conflicto armado ha sido un tema recurrente en los lugares que he visitado.



Pero bueno, llegamos de nuevo a Mompox y almorzamos 'Donde Robe"; un restaurante informal de comida de monte. Como a donde viajo pruebo lo que la gente local come, pedí guartinaja, roedor que desde siempre se ha comido por esa zona. La sirven 'desmechada' con buen sazón, acompañada de sopa, arroz, fríjoles, yuca, plátano y ensalada como cualquier corrientazo. No estuvo tan mal como suena y a muy bajo precio.



Al otro lado del río

Luego de eso montamos un 'Johnson' hacia las ciénagas al otro lado del río, en el departamento de Magdalena. Entendí la dimensión de por qué al habitante de esa zona se le llama 'hombre anfibio'. Se vive del, para, sobre el agua.







Pasamos por carreteras y pueblos inundados por el último invierno. Viviendas rurales en medio de las ciénagas. Gente que iba elegante a celebrar su grado en canoas. Perros que van nadando de una casa a otra. Niños jugando y cocinas sobre el agua, familias regresando en canoa.
Alrededor diversidad de aves: garzas, carraos, patos, águilas, martines pescadores, también monos aulladores e iguanas que suben a los árboles para pasar la noche. Un sitio diverso y memorable para el observador. Saqué buenas fotos y quedé con ganas de volver. A pesar de las condiciones de la gente, y de estar prácticamente al olvido del resto de Colombia, esta región es de verdad un paraíso.

Como siempre mi conclusión es que ojalá supiéramos lo que tenemos bajo nuestros pies y las oportunidades que tenemos, por eso publico todas mis experiencias en este blog.

De regreso al caos de Barranquilla, siempre querré volver a respirar el aire, a percibir los colores, los animales, la tranquilidad en los alrededores de Mompox.





2 comentarios:

  1. Exelente tu descripción y las fotos, yo tampbién tuve la oportunidad de vivir esos paisajes, de degustar ese aire con sabor a río y a una vida que los citadinos no tienen ni idea que existe.
    Resfa F. B.

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