20.11.11

En tierras anfibias del Caribe (Parte 1)


Diario fotográfico de un viaje a la depresión momposina, destino: Mompox, Bolívar.

Como siempre, las cosas como son, sin maquillaje turístico. Trataré de plasmar altos y bajos de mi viaje según me iba enterando de la realidad de esa zona. Si está buscando razones para irse a turistear, encontrará muchas, pero también me dará la razón en lo que he visto por mis viajes en esta región; igual que la Guajira y el resto del Caribe: aún no terminamos nuestros años de soledad.

Mapa de la depresión momposina. Tomado de aquí.



Barranquilla - Magangué
En la terminal de transportes de B/quilla la idea era tomar el bus de las 5:00 a.m. No obstante, ese bus se varó antes de llegar a la terminal, y terminamos saliendo a las 5:45 en el sgte. Luego de 4 horas de viaje pasando Calamar, San Jacinto, Carmen de Bolívar, entrando y saliendo de Sucre, se llega a Magangué, Bolívar.

Los paisajes que crucé en Sucre y Bolívar, verdes. Cuando uno se baja del bus en Magangué, el panorama cambia radicalmente al caos. Hacia las chalupas, por la catedral, ajetreado mercado popular donde confluyen motos, ventas de pescado, camiones, películas piratas y cualquier cantidad de cosas más, cualquier mercado del Caribe.

Las chalupas de Magangué hacia La Bodega (punto de llegada en la llamada isla de Mompox) fueron la primera novedad para mi, son como buses del agua, con sus respectivos accesorios y consignas. $7000 el pasaje, sale cuando se llena de pasajeros.


La Bodega - Mompox
Una vez se llega a La Bodega, luego de una media hora de chalupa (también se puede en ferri), lo más barato es tomar un taxi a Mompox, cuando la carretera no está inundada. El viaje por tierra es de más o menos una hora. $12.000 por persona. La isla momposina es grande; tanto que hay una iniciativa para hacerla un nuevo departamento de Colombia.

Por el camino se ve mucho ganado suelto. Ciénagas y planicies inundadas, árboles con las marcas del nivel de la última creciente. Todo tipo de aves, muchas garzas blancas y gallitos de ciénaga. Pescadores de red y de 'flecha' (lanza); un escenario natural y popular que me mantuvo maravillado, entusiasmo del que conoce un lugar por primera vez.



Se pasa por Talaigua Nuevo, tierra de las famosas Farotas de Talaigua y de Totó La Momposina a donde volvería más adelante. El taxi que nos tocó a mi novia y a mi era algo incómodo, ibamos con 3 manes de la zona, con los cuales se sostuvo una buena conversación.

Uno de ellos concluía que la región ha sido azotada por la deforestación y la caza, a pesar de todos los animales que ibamos viendo por la ventana, muchos de los más majestuosos se han ido, o se han acabado. "Antes lo que veías era árbol frondoso por todo lado y animales encima. Árboles gigantes de cien de años, los cortaron". No apoyo eso, pero al ver el estado de la carretera, la pobreza de algunos pueblos y el abandono estatal de esa zona, llego a entender a los campesinos por querer hacerse una plata.

"Mi tío podía sacar 100 'galapas' (una especie de hicotea) en un solo día". Hay pescadores que tiran un kilómetro de red, tanto que no alcanzan a sacar todo, y se les daña la mitad de la pesca. Es tanta la diversidad y la necesidad, y tan pocas las oportunidades y la educación, que no hay conciencia. Por allá se está en un paraíso, literalmente, donde es fácil creer que nada se va a acabar.
Mompox



Cuando llegamos directo al antiguo mercado de Mompox ya habíamos pasado por todo el pueblo y tenido una primera impresión. El mercado del pueblo fue reubicado a otra zona debido al desorden y los malos olores, que se fueron consigo. El edificio es otro 'rex symbol' en su abandono, venden arepa de huevo temprano en las mañanas. El pueblo aunque muy bonito, está más descuidado de lo que pensé, y muchas casas humildes fuera del lujoso centro colonial.

Algunas calles destapadas, pintura quebrada, no puede dejarse de notar la basura que contrasta en algunos montes, en algunas las calles y flotando en el río, nada que hacer. También hay una antena gigante de telecomunicaciones en pleno centro colonial que me sorprendió muy negativamente.

Eso no me quitó el entusiasmo, aún había mucho por hacer. Llevaba años queriendo conocer Mompox, y ahí estaba, listo para hacer que el viaje rindiera al máximo. Motocarro, pasaje $800 por persona. Dejamos las maletas en el hostal y a lo primero: El almuerzo.




Y le hice caso a Totó. Bocachico a la orilla del río, en el Comedor Costeño, los mejores patacones. La señora dueña me enseñó personalmente cómo cortarlo para evitar las espinas. Sin mentir, el bocachico más grande que he comido en mi vida.

Viendo el paisaje abierto y hermoso, la compañía (mi novia), el río, la gente más cálida y amable que se pueda imaginar, canoas pasando con familias enteras, la tranquilidad, la arquitectura, me fue imposible no recordar sonidos de tambor, cumbias, muchas canciones; letras de tantos maestros que se escribieron en esa región. Estaba en mi yeré.


El hostal donde nos quedamos, Casa Amarilla, una casa colonial con jardines y bien cuidada, habitaciones con todas las comodidades, y para todos los gustos. Siempre habrá extranjeros en ese tipo de lugares.



Descansamos, tomamos una ducha, caminamos el pueblo en su zona clásica colonial, hablando con la gente siempre cálida, montamos un rato en canoa y en un johnson cargado de piñas cerca al antiguo mercado.

De noche, por recomendación de los lugareños, fuimos la Plaza Santo Domingo a ver qué comidas nocturnas se podían encontrar en el pueblo: fritos, salchipapa, pizza, asados y jugos. Probé una sobrebarriga excelente.

 

Luego hicimos un recorrido nocturno por el pueblo, incluyendo el clásico cementerio, lleno de historia, de monumentos y de gatos, sobre el cual profundizaré más adelante. Así finalizaba el primer día. Cuando digo que rindió, es porque rindió, una de las ventajas de viajar ligero e independiente.

Tocaba descansar. Al segundo día nos esperaba una ida a la casa de la Danza de los Coyongos de Mompox, un taller de filigrana momposina, un largo viaje al pueblo vecino de Talaigua Nuevo y a las grandes ciénagas al otro lado del río, en el dpto. de Magdalena.

Leer 'En Tierras Anfibias del Caribe' (Parte 2)

 

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